Polivalencias y Experiencias (II); Anécdotas de enfermeros/as

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Lo prometido queda a deber; y yo tenía esta entrada pendiente en «El Reflejo en la Ventana». En esta segunda entrada de Polivalencias y Experiencias (II) os traigo algunas de las anécdotas que nos suceden a nosotros, enfermeros y enfermeras de todo el mundo. Sin duda quien mejor mano tiene para esto (al menos en twitter y en su libro de una manera pasmosa) es «la Satu» o @EnfrmraSaturada. En este post aprovecharé para trasladar una de las anécdotas/pasajes incluidos en su libro «La vida es suero», y de paso contar una de cosecha propia. Y es que tal y como dice una de las frases que más me han gustado de su libro; Los enfermeros somos espectadores privilegiados de la vida humana. No me cabe ninguna duda, de que escogí la carrera a la que querría dedicarme a pesar de tener sus más y sus menos (cómo la mayoría de profesiones). Aprovecho antes de comenzar con las anécdotas, para invitaros a que comentéis vuestras experiencias y anécdotas (no necesariamente de la misma profesión). Es curioso como a pesar de que cada uno tenemos nuestras historias, hay ciertos puntos en común que compartimos muchos de nosotros. Espero que disfruten tanto como yo!

«Las enfermeras y nuestro particular mundo:

Las enfermeras somos especiales, hay que reconocerlo. Y digo especiales por no decir raras. Si chicos, vosotros enfermeros también. Tenemos una de las profesiones más bellas del mundo, la cual nos permite ser espectadoras privilegiadas de la vida humana. Pero todo el día entre gente enferma, descifrando escrituras de médicos que pautan tratamientos escribiendo captchas aleatoriamente, trabajando a turnos y en fin de semana, cambiándonos de ropa más veces al día que una vedette y hablando de úlceras necróticas mientras desayunamos, tenía que pasar factura.

Llevamos tantos años en este mundo paranormal que ya no nos afecta sólo en el trabajo, empieza cuando subes al metro para ir a trabajar. Cada uno a su aire, unos leen, otros duermen, otros roban…¿qué hace una enfermera? pues fijarse en los brazos de la gente para ver el calibre de las venas: <<Uhmm…vaya vena ahí entraba  yo con un 18G sin problema. Y mira aquel otro , que pálido, le pinchas un hemograma y queda a deber[AJAJJAJAJAJAJAJAJAJAJA perdón lectores por este inciso]. Y esa otra, a esa no hay quien le encuentre nada… y encima seguro que son de las que bailan!>>.

Claro, que a mi también me entretiene mucho ir a las farmacias para ver qué compra la gente y me voy imaginando de qué pueden estar enfermos. Si me aburro en casa o hace mala tarde, bajo a la farmacia, me siento junto al aparato ese que mira la tensión por un euro y hecho un rato: <<Esa, esa viene a por un test de embarazo que tiene cara de agobio pero van a ser gases. Y a ese otro le han recetado adolonta, que total no cura pero atonta>>.

Y es que una ya no desconecta ni en vacaciones, porque vas de viaje a París o  Salou y como veas cerca un hospital, ¡estás perdida! Ya no puedes dejar de pensar en cómo será y cómo se trabajará ahí. Y claro, al final terminas entrando a dar un paseo por dentro mientras piensas que estás loca. Luego bajas a la playa y coges buen sitio. En primera línea. Bien apretada entre los jubilados, los niños que construyen iglesias de arena (iglesias sí, por eso luego les quieren cobrar el IBI) y las señoras que ponen los brazos en jarra en la orilla.

Bajar a la playa es como ir a la farmacia, pero gratis. La gente va paseando por la orilla y tú ahí, sin perder detalle, mirando cicatrices: <<Ala, mira ese, vaya corte, una apendicitis operada por un médico residente. Y aquel, vaya queloide más feo por una vesícula. Y esta otra, con media cabeza rapada como Rihanna, pobrecilla, la habrán operado de un tumor cerebral…ah no! que ahora es moda>>.

Pero si hay una cosa que no logro comprender, es  porqué para mis amigas yo siempre tengo que tener la respuesta a cualquier pregunta sanitaria. Como soy enfermera, tengo que saber de niños, de la vesícula, si te mueres si mezclas antibióticos con alcohol, si el aire en el suero mata o lo que te mata es el suero al aire, el período de incubación de la mononucleosis, las vacunas que tiene que poner la amiga de su hermana para ir a Etiopía y que a su novio le duele el estómago y quiere que le diga algo para tomar, si la vacuna de la gripe es de fiar y a ver cuándo tengo un día libre para poner los pendientes a la hija de una vecina y un piercing en el ombligo a la madre, que a su vez está dando pecho y quiere saber si puede tomar ibuprofeno y qué precio tiene la caja de 20. ¡¡Soy enfermera, no Google!!.

Con la familia siempre es diferente. Toda la confianza que depositan mis amigas en mí, es inversamente proporcional a la que tiene mi familia. Cualquier cajera de supermercado, kioskera o frutera sabe más de enfermería que una servidora:

-Satu hija,¡que mal estoy de la ciática! El médico me ha recetado estas inyecciones. 

-No te preocupes mamá, te las pongo yo.

-¿Pero tu sabes?

-¡¡Mamá!! «

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Cosecha propia; Un hombre y su calzado:

Recuerdo uno de mis primeros contratos, una vez que acabé la carrera de enfermería. Como era habitual (si andabas vivo) el verano que acababas la carrera podías ejercer ya, tu ansiada profesión, aunque con algo de respeto… aquel fue un verano caluroso y me tocó un mes largo en un ambulatorio cercano a la ciudad en la que resido (entre otros contratos cortos). Una de esas tardes calurosas, en las que parece no existir brisa alguna, entró a la sala de curas un señor de mediana edad en silla de ruedas, calzado deportivo, y una camiseta color naranja butano, muy llamativa. Me hizo entrega de su volante, y conversando me contó parte de su historia. Sin movilidad de cintura para abajo, había residido en una residencia hasta hace poco, pero «no aguantaba más allí». Me contaba sus escapadas mientras yo leía el volante donde decía básicamente que había que realizar una cura, pues tenía ulceraciones en ambas extremidades inferiores. Con lo que amablemente le ayude a quitarse las zapatillas.

Craso error, pero no había otra. Acto seguido un hedor, típico de las úlceras, lleno la habitación e inundó mis fosas nasales. Jamás había olido nada parecido, de verdad palabrita del niño Jezú. El estado de los pies no había quien lo describiera, con la piel macerada y pus en las hendiduras inter-digitales, que prácticamente no se veían. Aquí había algo que no cuadraba; puesto que en ordenador aparecían registradas curas de días anteriores, realizadas por otras compañeras… tan mal lo podía tener de ayer a hoy habiéndole realizado más curas?? Y ese olor ?? Entonces caí en la cuenta;

descargaEl problema, podían ser esas zapatillas, sucias, algo rotas, y que claramente, no eran nuevas. Por lo que en medio de la conversación le interrumpí con la pregunta;

-«¿ Y estas zapatillas cuántos años tienen ?» .

-«Pues … … 8 creo».

-«¿¿¿8 años???»

Tengo en cuenta que las personas que no tengan movilidad no desgastan tanto las zapatillas puesto que van en la silla, vale; pero de ahí a seguir 8 años poniéndose las mismas, cuando tienes los pies de aquella manera, y haciéndole nosotros curas casi a diario para que eso mejorase… es difícil si se las vuelve a enfundar acto seguido. (Me dio por mirarlas por dentro y estaban… negruzcas es poco). De modo que si yo le curaba; el tendría que hacer un simple movimiento y mientras le curaba le dije;

-«Bueno pues vamos a hacer una cosa, estas zapatillas las vas a tirar a la basura, cuando te vayas. Y hazme caso, cómprate otras zapatillas, por el estilo, pero es que estas están ya viejillas, si te curamos y volvemos a meter el pie en unas zapatillas que no están en condiciones…la cosa va a ser más complicada y no van a mejorar; piensa que es por tu bien. »

Por no decirle que como no se compre unas zapatillas le van a acabar cortando los pies… (hay que tener en cuenta que suelen tener problemas de retorno vascular o sanguíneo debido a que no pueden andar y en los pies tenemos unas «esponjas» que al andar se aprietan y mandan la sangre «parriba», por decirlo de manera breve!). Al final nos obcecamos a veces en realizar el trabajo «que pone en el papel» y no miramos a nuestro alrededor, y hay detalles que se nos escapan (a todos).

¿Sabéis que? Al día siguiente nuestro protagonista vino ha hacerse la cura con una sonrisa y unas zapatillas blancas, nuevas 😀

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